Testimonio de una mujer con trastorno bipolar y superviviente de suicidio
Por Elena García Palagyi
Según la OMS, alrededor de 45 millones de personas tienen trastorno afectivo bipolar en el mundo. Este trastorno se suele caracterizar por episodios de manía donde la persona experimenta altos niveles de euforia e hiperactividad entre otras cosas, y por episodios depresivos. Aunque no necesariamente una persona con trastorno bipolar tiene que tener ambos tipos de episodios. Esta enfermedad mental, suele manifestarse en la etapa adulta, entre los 20 y 30 años, y una de sus dificultades añadidas es que puede tardar en diagnosticarse. El sufrimiento que viven las personas durante los episodios depresivos hace que el trastorno bipolar se asocie a conductas suicidas, y esto hace todavía más importante romper este tabú y hablar con sinceridad de la enfermedad mental y el suicido. De hecho, a día de hoy hay tratamientos que permiten, en muchos casos, un control total del trastorno bipolar.
Este es el caso de una mujer de 54 años que no fue diagnosticada hasta los 30 y que intentó suicidarse hace 8 años, y que ahora ya lleva 5 años estable. Ella nos cuenta su historia:
Conocer el trastorno bipolar y conocerse a una misma
Después de ser diagnosticada he sufrido muchas depresiones y euforias con muchos cambios de tratamiento. Afortunadamente llevo 5 años estable y espero seguirlo estando mucho tiempo. Aunque nunca se sabe, es una enfermedad que cursa con ciclos.
A lo largo de todos estos años he ido aprendiendo que hay una predisposición a desarrollar los síntomas, y que también hay elementos externos que hacen que los ciclos se desarrollen con mayor frecuencia e importancia. El más importante es el estrés. No sólo el estrés al que estamos sometidos de forma objetiva, como por ejemplo el laboral, sino sobre todo la forma en que lo asimilamos.
En mi caso soy muy responsable y autoexigente, con lo que muchas veces he sido poco indulgente conmigo misma. He puesto el listón muy alto aun estando deprimida y me he culpado de situaciones de las que no era responsable, como determinadas conductas de personas de mi entorno familiar.
De hecho, durante muchos años no hablé de mi enfermedad, sólo lo ha sabían mi familia y mis amigos. Ahora ya hace 5 años desde que decidí empezar a hablar sobre ello a otras personas de mi entorno porque creo que somos nosotros, los pacientes, los que podemos ayudar a que la sociedad vaya asimilando que se puede tener un trastorno psiquiátrico y funcionar a todos los niveles como una persona “NORMAL”, ya que nuestros trastornos no nos convierten en “LOCOS” sin ningún control sobre nuestra conducta.
El tabú y los medios de comunicación
La enfermedad mental y el suicidio siguen siendo tabú. En estos tiempos de sobreabundancia de información y redes sociales los pacientes psiquiátricos nos seguimos sintiendo solos y muchas veces desamparados por la falta de recursos que se dedican a la salud mental, pudiendo visitar al psiquiatra sólo 4 ó 5 veces por año en la sanidad pública.
Los medios de comunicación tampoco ayudan a que este tabú desaparezca, ya que emplean con mucha ligereza expresiones como “era bipolar” asociadas la mayoría de las veces al catálogo de sucesos en el que se han convertido los telediarios.
El suicidio y el trastorno bipolar
Estrechamente unido a la enfermedad psiquiátrica está la conducta suicida, que en el caso del trastorno bipolar es hasta 10 veces superior que en la población general. En mi caso tuve un intento de suicidio hace 8 años, y aún hoy me siento culpable del dolor que he causado a mis seres queridos, sobre todo a mis dos hijos. Tras muchos años de psicoterapia he podido aliviar un poco esta carga, intentando asumir que no soy yo la responsable de esta decisión, sino que es la propia enfermedad la que me hace sentir que el suicidio es la única vía que permite acabar con el sufrimiento tan profundo que me han provocado las depresiones graves, de meses de duración.
Alrededor del suicidio hay un gran tabú y es muy difícil de entender para alguien que lo ve desde fuera. No llegan a entender cómo es posible que una mujer joven, casada, con trabajo y con hijos pueda decidir suicidarse sin pensar en el daño que causa a su familia, como si fuera una cobardía o una falta de responsabilidad. Sólo las personas que están muy cerca de alguien que lo ha intentado pueden entrever el sufrimiento que ha debido de sentir esa persona para decidir dejar de vivir. Aunque eso no evita el dolor que le queda al que está al lado sintiéndose abandonado y culpable de no haberse dado cuenta a tiempo.
En mi caso lo que me ha provocado más desaliento dentro de las depresiones es la falta de esperanza en una recuperación de mi vida anterior. Sentía que era yo la que había cambiado, y la que había dejado de ser la que todos conocían. Sentía que no había vuelta atrás. También sentía mucha desesperación ante el hecho de sentirme vacía y aislada en medio de todas las personas que estaban a mi alrededor, y me producía mucha culpa no estar a la altura de otras madres con sus hijos. Como si el hecho de sentirme aislada podría llegar a provocar que mis hijos no se relacionaran bien con sus amigos.
Aprender a convivir
Lo más difícil de sobrellevar es que a pesar de haber pasado por varias depresiones de muchos meses y de haber salido de ellas, en cada recaída olvidaba que había posibilidad de salir del pozo de oscuridad en el que me encontraba.
A veces, echando la vista atrás, pienso en algo que oí, y es que la muerte es una “solución” sin retorno a un problema temporal, y que si hubiera muerto entonces no habría podido vivir tanto las cosas buenas como las no tan buenas que me han pasado después.
También he aprendido a quererme más y a cuidarme mucho más, no permitiéndome entrar en los bucles de preocupación y culpa en los que solía entrar incluso estando estable. Sigo aprendiendo que la persona más importante para mí soy yo porque si no me tengo a mí, de difícil manera puedo tener todo lo demás y a todos los demás.
Quiero terminar con un rayito de luz para las personas que se encuentran en el pozo de desesperación que les hace creer que la única salida posible es el suicidio, se trata de un cuento del psiquiatra argentino Jorge Bucay:
Había una vez un rey muy poderoso en un país muy lejano que tenía el mal de tener dos personalidades, en una de ellas todo era perfecto, hablaba y reía mucho y resolvía todos los problemas que se le presentaban y en la otra todo era oscuro, apenas hablaba, se le olvidaba reír y todos los problemas le parecían insalvables. Entonces decidió reunir al consejo de sabios para acabar con su mal y después de meses de intentarlo con todos los hechizos, hierbas y alquimias no consiguió dar con el remedio. Un día se presentó ante el rey un extraño visitante con una túnica raída diciendo que tenía la solución, le entregó una cajita y dentro de ella el rey sólo vio un sencillo anillo, el rey le preguntó si era un anillo mágico y el viajero le dijo que sí pero no valía sólo con llevarlo en el dedo, todas las mañanas tendría que leer la inscripción que había en el interior del anillo. El rey tomó el anillo y leyó en voz alta: “DEBES SABER QUE ESTO TAMBIÉN PASARÁ”