Testimonio de una mujer con fibromialgia y superviviente de suicidio
Por Laura Serra Jiménez.
“Somos, también, dolor, somos miedo, somos un tropiezo fruto de la zancadilla de otro que pretende marcar un camino que no existe. Somos, también, una espalda torcida, una mirada maltratada, una piel obligada, pero la misma mano que alzamos abre todas las puertas, la misma boca con la que negamos hace que el mundo avance, y somos las únicas capaces de enseñar a un pájaro a volar”
Elvira Sastre
Así son las mujeres, luchadoras por naturaleza, valientes ante las dificultades y sobre todo resilientes. Y así es Eva, una madre, esposa y superviviente de suicidio que lucha cada día por seguir viviendo con la fibromialgia. Eva es la protagonista de esta historia. Una historia de altibajos, cargada de momentos en los que el mundo parecía terminar, pero también de otros que le daban motivos para ser feliz y seguir adelante.
Su infancia estuvo marcada por esta felicidad, y su adolescencia, aunque un poco más rebelde, también fue buena. Tuvo unos padres que se desvivían por ella y por su hermano. Ambos trabajaban en el negocio familiar que ellos mismos habían creado y les daban a ambos lo necesario tanto a nivel material como emocional.
Por aquel entonces a Eva le encantaba viajar, conocer mundo, aprender de otras culturas… y con este gran sueño y una mente aventurera, se inició en la carrera de Turismo en Valencia. Y sí, lo hizo, se graduó, y posteriormente se casó muy enamorada y estuvo trabajando durante dos años en un ámbito en el que estaba inmensamente contenta. “Recuerdo esa etapa como una de las más felices de mi vida” aseguraba Eva.
Cuando el camino empezó a torcerse
Sin embargo, llegaron unos años difíciles en los que Eva tuvo que ser más fuerte que nunca. Primero, el 2001, y con él, la muerte de su padre. Este suceso marcó su vida para siempre “y no he vuelto a ser la misma”. Dos años más tarde, ocurrió otro contratiempo en su vida: la despidieron de su “maravilloso trabajo”, y como consecuencia de esto tuvo que entrar a trabajar en el negocio familiar.
Este último suceso podía considerarse en un principio algo positivo, pero cuando dos ámbitos como la familia y la responsabilidad laboral se mezclan puede no salir bien. Para Eva el trabajo empezó a ser “una verdadera pesadilla”. La autoexigencia, la ansiedad, la asfixia y la angustia empezaron a ser palabras que definían con mayor exactitud sus emociones y la realidad que durante los 15 años posteriores estuvo viviendo. “Lo que tenía claro es que no podía fallarles, no podía decirles que odiaba el trabajo, que tenía pesadillas”.
A esta carga emocional, se sumó además la responsabilidad de tener dos hijas, que, aunque magníficas, supusieron un gran rompecabezas para poder gestionar todas las obligaciones que Eva tenía. “Iba corriendo por la vida, no sabía cómo pararlo, ahí empecé a tener los primeros pensamientos de querer desaparecer. Por las noches pensaba como hacerlo”. Este sentimiento de querer quitarse la vida, aunque fue persistente, no llegó a producirse. Había algo por lo que luchar, unas hijas a las que cuidar y un marido al que amar. Había un motivo por el que quedarse en este mundo que, aunque no era lo que había esperado, merecía la pena ser vivido.
Lo que la mente calla el cuerpo grita
Conciliar la vida laboral con la familiar es un aspecto que no fue fácil, ni lo sigue siendo en la actualidad para las mujeres. En una sociedad patriarcal como la nuestra, aunque no se pretenda, siempre es la mujer la que lleva la mayor carga de los hijos, y saber gestionar todo a la vez no es nada fácil.
“Mi vida era como una bola de nieve que cada vez se va haciendo más grande hasta que llega al final y se estrella”. Y el día en el que Eva se estrelló fue el 2 de enero de 2017.
A veces el cuerpo de una persona empieza a dar señales de malestar debido a las lacras mentales que se van acumulando, y en este caso, Eva contrajo una fuerte neumonía que le obligo a parar por completo su vida. Estuvo encamada 65 días, y con tan solo 42 años empezó a tener dolores por todo el cuerpo, insomnio, crisis de ansiedad, y un sinfín de problemas que tras dos años fueron diagnosticados como una fibromialgia. A partir de este momento todo en su vida cambió.
La fibromialgia es una afección crónica que causa dolor en todo el cuerpo, es una enfermedad invisible, y como tal, hay menos información y menos conocimiento sobre ella. Sin embargo, aunque no se vea, no significa que no tenga efectos, ya que provoca graves y numerosas dificultades para vivir, entre ellas las neuralgias del trigémino.
Como consecuencia de estas, en 2020, Eva se enfrentó a la primera vez que verdaderamente pensó en quitarse la vida. Este hecho se produjo por los fuertes dolores que durante 4 semanas una crisis de neuralgia le provocó. “Parece literalmente que te va a estallar y tienes calambres que hacen que se te duerman los músculos de la cara y se te bloquee la mandíbula. Nunca creí que había un dolor peor que un parto, pero sí…”
“Siempre hay esperanza y algo por lo que merece la pena seguir adelante
Los seres humanos desde que nacemos tenemos un instinto de supervivencia. Nos alejamos de los peligros e intentamos tomar decisiones que nos mantengan a salvo. Pero cuando una enfermedad como la fibromialgia llega a la vida de una persona y la debilita, también hace que la mente no funcione como de costumbre, que las ganas de vivir y de estar presente se pierdan. Que todo lo que le rodea se vuelva en su contra, y que el mundo no parezca un lugar amable en el que vivir.
Sin embargo, el instinto es algo innato, inconsciente, que permanece, que nunca deja de salir a la luz, y en el caso de Eva no es menos. “Siempre hay alternativa, siempre hay esperanza y algo por lo que merece la pena seguir adelante”. Esta es la frase que se repite Eva cada mañana, es su mantra, lo que le hace seguir adelante y esforzarse por vivir. Lleva ya 5 años persistiendo a pesar de que la enfermedad está noche y día haciéndose presente.
Y con esta firmeza y perseverancia finaliza la historia de Eva, una historia a la que aún le quedan muchos capítulos por completar y muchas aventuras que disfrutar. La historia de una mujer, madre, esposa, profesional que convive con la fibromialgia buscando la luz cada día.
“Somos la luz de nuestra propia sombra, el reflejo de la carne que nos ha acompañado, la fuerza que impulsa a las olas más minúsculas. Somos el azar de lo oportuno, la paz que termina con las guerras ajenas, dos rodillas arañadas que resisten con valentía”.
Elvira Sastre
Cómo lograr las condiciones y capacidades para que la depresión deje de ser la puerta de entrada al suicidio, porque esta depresión vacía la vida, es un hueco profundo en la mente, es un oscuro espacio que atrapa y succiona las ganas, la voluntad de vivir, el amor por la vida, quedando a flote el.miedo de quitarse la vida
Muchas gracias por tu comentario, Emilio. Esas condiciones las iremos consiguiendo paso a paso, rompiendo el tabú del suicidio en la sociedad, visibilizándolo a través de actividades, conferencias y talleres, mejorando el tratamiento del suicidio en los medios de comunicación. Colaborando entre todas las personas.
He intentado suicidarme 3 veces, estoy en un programa de prevención del suicidio, pero cada vez que tengo una crisis vuelve esa idea a mí cabeza, la ayuda psicológica no resulta suficiente,al menos para mí
Nunca había buscado información sobre mi padecimiento y el «su°¢°di0» (aún me cuesta incluso escribir la palabra. Pero me leo en este post. Ya casi 1 año de diagnosticada con fibro y unos años más atrás con dolores y sin saber qué era, aguantaba pensando en que había sigo un golpe, el ejercicio, cansancio de la misma vida, mi Hiperlaxitud articular que sigue siendo un enigma, etc., etc. (Valga la redundancia).
Hasta ahorita que me doy cuenta que cada vez es peor, he mejorado un montón en cuanto al dolor físico, no me da el dolor super fuerte que me daba antes en todo el cuerpo, sin embargo, hay dolor en sólo unas partes del cuerpo y molestias en el resto… Y creo que esa molestia es la que más lástima, ya que cuando me daba el dolor fuerte, de cierta forma tenía la esperanza de que se quitara (bajaba a molestia). Pero tener una molestia permanente es MOLESTO, no da tregua, aunque pareciera que estoy bien, muy en el fondo desespera. Vivir así, con ese sentimiento de hartazgo, provoca cambios de humor en mi, que me hacen sentirme enojada con la vida y por ende, las personas a mi alrededor la llevan, y luego me doy cuenta lo mucho que le faltó a mi familia y quiero estar ahí y no puedo y vuelvo a perder, y es un círculo vicioso… ¿Será mejor estar y dejar un mal recuerdo en ellos? ¿O no estar y que me visualicen cómo pude ser, pudiendo estar en sus mentes de una mejor manera que si estoy aquí? Así es como empezó este pensamiento recurrente, últimamente.
Gracias por compartir tu ser. Sentimos mucho el dolor que debes estar viviendo.
💛💛
Si vives en España. El 15 de septiembre vamos a manifestarnos por la prevención del suicidio, ¡únete! 💛