Por qué decir “morir por suicidio” y no “suicidarse”
En La Niña Amarilla, creemos que el lenguaje además de describir realidades sociales, las crea. En nuestra misión de romper el silencio y el estigma que rodean al suicidio, el modo en que nombramos importa, y mucho. Entre las amarillas contamos con innovadoras sociales que desarrollan neologismos, y desde que apareció el término “morir por suicidio”, apostamos por su uso como una expresión que ayuda a comprender estas muertes como un fenómeno social y de salud pública, dejando atrás la interpretación de que sea una decisión individual. Imagínate que hablamos de un tío tuyo y escuchas: “Tu tío, el que se suicido”, “Tu tío, el que murió por suicidio”, ¿notas alguna diferencia?
Durante siglos, el uso del verbo reflexivo suicidarse ha puesto –y sigue poniendo– todo el peso y la responsabilidad en la persona que muere, dificultando la comprensión de la complejidad que rodea a estas muertes. El reflexivo, sin quererlo, señala, aísla y deja fuera de foco todo lo que puede estar detrás de esa persona: su sufrimiento emocional, las causas sociales, económicas, culturales o de salud mental.
El verbo suicidar y su forma reflexiva suicidarse tienen su origen en el término latino moderno suicidium, que a su vez se compone de dos elementos latinos: sui (de sí, a sí mismo) y -cidium (acto de matar, derivado del verbo caedere, que significa cortar o matar). En español se forma añadiendo el pronombre reflexivo “se” al verbo derivado para indicar que la acción recae sobre el propio sujeto. Sin embargo, entender el suicidio en clave reflexiva e individualista perpetúa la idea de culpa. Y eso nos aleja de la prevención.
Un neologismo propio, desde la comunicación preventiva
Hoy sabemos que muchas personas que mueren por suicidio no querían morir, sino dejar de sufrir. El dolor, la desesperanza y la falta de recursos son, muchas veces, consecuencia de un entorno social que no acompaña, que estigmatiza y que no ofrece alternativas. La narrativa tradicional, además de no adecuarse con la realidad de este sufrimiento, convierte el suicidio en una elección o en una “salida” falsa. Por eso, neccesitamos una nueva forma de nombrar.
“Morir por suicidio” desindividualiza y humaniza. Este cambio en el lenguaje surgió de manera orgánica en nuestras investigaciones y formaciones. En especial, durante la redacción del estudio sobre el tratamiento del suicidio en medios de la Comunitat Valenciana (2018-2021), a inicios de 2023. Cristina comprobó entonces que referirse a estas muertes en términos más neutros facilitaba una lectura empática, menos dura y más comprensible. Esta evolución ya partía de años de reflexión tras nuestras formaciones sobre comunicación preventiva en los grados de Periodismo, Publicidad, Comunicación Audiovisual o Trabajo Social, y, sobre todo en las formaciones de sensibilización en los centros de educación secundaria. ¿Qué podemos cambiar para que la muerte por suicidio se entienda como un fenómeno prevenible y que nos interpela a todas y todos?
Cambiar el lenguaje es el primer paso para cambiar la realidad. “Morir por suicidio” es mucho más que un neologismo: Así, este término se ha convertido en un gesto más de la comunicación preventiva, que nos recuerda que estas muertes pueden ser prevenidas, y que es responsabilidad de todos y todas crear un entorno que acompañe, que escuche y que ofrezca alternativas. Si cambiamos la narrativa, podemos ampliar la prevención.

El primer cambio de narrativa: Intento vs tentativa
Antes de hablar de morir por suicidio, dimos otro paso importante en la forma de contar estas realidades: elegir decir intento en lugar de tentativa de suicidio. Aunque parecen sinónimos, no lo son. Tentativa es un término jurídico: designa el inicio de un delito que no llega a consumarse. Es frío, técnico y connota criminalidad. Intento, en cambio, alude a un propósito que no se logra, sin ninguna carga penal. Esta diferencia es clave.
En nuestra experiencia, hemos aprendido que el lenguaje puede reforzar estigmas sin que nos demos cuenta. Usar tentativa sugiere que la persona ha cometido una falta, mientras que intento pone el foco en el sufrimiento y en la oportunidad de intervenir y ayudar.
Las historias que componen el libro de La niña amarilla, Relatos suicidas contados desde el amor, el de María, están llenas de primeras veces en las que alguien se atreve a contar que intentó quitarse la vida. Darle el lugar adecuado a estas palabras es también reconocer su derecho a ser escuchadas sin juicio hay personas que cuentan por primera vez su intento de suicidio.

“Morir por suicidio”: cambiar el lenguaje, cambiar el enfoque
Adoptar el término “morir por suicidio” tiene varias ventajas:
- Descentra la responsabilidad individual: reconoce que la muerte por suicidio es el resultado de un proceso complejo donde se suman múltiples factores, muchos de ellos sociales y estructurales
- Reenfoca la responsabilidad en la sociedad: nos obliga a mirar más allá del individuo y preguntarnos qué está fallando a nivel colectivo
- Reduce el estigma: ayuda a evitar la culpabilización de la persona y promueve una visión más compasiva y comprensiva
- Facilita el cambio en la prensa y, con ella, en la sociedad: si la narrativa mediática cambia, la sociedad también lo hará. Los medios tienen un papel fundamental en el cambio de la opinión pública, en la prevención y en la lucha contra el estigma
- Promover la prevención y la empatía: hablar de “morir por suicidio” es abrir la puerta a la compasión, la escucha y la acción colectiva
Súmate al lenguaje preventivo, deja atrás el reflexivo
Cada palabra cuenta. Cambiar “suicidarse” por “morir por suicidio”, o “tentativa” por “intento”, es más que un detalle menor. Es empezar a hablar desde otro lugar: el de la empatía, el acompañamiento y la prevención.
En La Niña Amarilla estamos comprometidas con esta transformación lingüística y social, y sabemos que no podemos hacerlo solas. Así que te invitamos a sumarte al cambio. Escríbenos y cuéntanos qué palabras o expresiones te ayudan a hablar del suicidio de una manera más humana y preventiva para incorporarlas a las nuestras. Juntas, podemos seguir creando un lenguaje que salve vidas.